
Agonía bajo el agua
AnimaNaturaslis presenta su investigación que expone la realidad de las piscifactorías en España, donde un número inmenso de animales sufren cada día sin que existan normativas específicas que protejan sus intereses básicos. Como no escuchamos sus gritos y su agonía se ahoga bajo el agua, parecen ser invisibles.
Más de 30 millones de truchas arcoiris son criadas en España cada año, lo que representa el 70% de los peces de agua dulce en ese tipo de instalaciones. España es el primer productor de la UE y es responsable cada año más de 254 millones de peces —entre marinos y de agua dulce— sin normativa estatal de bienestar.
Para cambiar esta realidad, proponemos eliminar o reducir drásticamente el consumo de peces y optar por alternativas vegetales, elevando urgentemente la protección legal de los peces al nivel de otros animales de granja
¡La verdad de las piscifactorías al descubierto!
España es responsable del sufrimiento de más de 254 millones de peces cada año en sus piscifactorías, donde son criados y sacrificados como si fueran meros productos. Según la investigación pionera de AnimaNaturalis, las condiciones de vida y muerte en estas instalaciones son extremadamente crueles y opacas, a pesar de que los peces están reconocidos como seres sintientes desde 2009. El nivel de sufrimiento, la falta de aturdimiento adecuado y la alta mortalidad hacen de esta industria una de las más desatendidas en materia de bienestar animal en toda la Unión Europea.
Hagamos oír nuestra voz para exigir que las autoridades y empresas se comprometan para eliminar el uso de jaulas en todas las piscifactorías intensivas. ¡Los peces no merecen sufrir en estas condiciones!
Cría y engorde
En las piscifactorías, la trucha es sometida a un ciclo de reproducción enteramente artificial: son anestesiados para extraer manualmente huevos y semen, los alevines pasan sus primeras semanas en piscinas cerradas y luego compiten en tanques densamente poblados, lo que provoca un estrés crónico y priva a los peces de cualquier estímulo natural. Su engorde, que dura entre 9 y 20 meses, se basa en piensos procesados que no satisfacen su dieta ni replican la diversidad de presas de su hábitat, y se ajusta al color pálido que exige el mercado. Además, la cría intensiva consume hasta cinco kilos de peces salvajes por cada kilo de trucha producido y reduce su esperanza de vida de hasta 10 años en libertad a apenas uno o dos.
Hacinamiento
El hacinamiento eleva el estrés crónico de los peces, disparando sus niveles de cortisol y activando la degradación de sus proteínas musculares, lo que reduce su crecimiento y masa corporal. Además, el sistema inmunitario se debilita, incrementando su vulnerabilidad a enfermedades, mientras el desgaste físico —como la erosión de aletas y la pérdida de escamas— y los movimientos estereotipados se hacen más frecuentes. La alta densidad también deteriora la calidad del agua: disminuye el oxígeno disponible y eleva el amoníaco tóxico por la mayor excreción de desechos, favoreciendo la agresividad y competencia por el alimento, pues los individuos dominantes acaparan la comida y marginan a los demás, agravando el estrés y las lesiones dentro del grupo.
Clasificación
La clasificación de las truchas se realiza a menudo mediante máquinas de succión que absorben a los peces a gran velocidad para separarlos por tamaño. Este método provoca manipulaciones bruscas que ocasionan hematomas, daños en aletas y escamas, y elevan los niveles de cortisol debido al estrés. En instalaciones más pequeñas o en procesos alternativos, se usan redes manuales o automáticas que enredan a los peces, provocando heridas por fricción y exponiéndolos al aire durante varios minutos. Al quedar fuera del agua más de 15 segundos —a menos que estén anestesiados— sufren asfixia y desorientación, y pueden caer al suelo, golpearse o fracturarse, incluso morir. Todo ello responde a la búsqueda de rapidez y bajo coste, sin atender al bienestar animal.
Transporte
El transporte de los peces al matadero, a menudo en barcos vivero o contenedores de agua, somete a los animales a niveles bajos de oxígeno que reducen su actividad y les provocan altos niveles de estrés. El hacinamiento dentro de estos recipientes generan ansiedad y movimientos erráticos, aumentando el riesgo de contusiones y abrasiones por la presión de los cuerpos amontonados. Además, la falta de un control riguroso de la calidad del agua durante el trayecto puede elevar los niveles de amoníaco, un tóxico que agrava el sufrimiento. El manejo brusco al cargar y descargar los contenedores contribuye a lesiones físicas y prolonga el estrés de los peces hasta el momento del sacrificio, haciendo que su última etapa de vida sea especialmente traumática.
Sacrificio en frío y eléctrico
El método más común en las piscifactorías es el shock térmico: los peces se sumergen en hielo o agua con hielo triturado durante hasta 90 minutos, padeciendo agonía por hipotermia y asfixia mientras permanecen conscientes gran parte del tiempo. Aunque económico, este sistema provoca un sufrimiento prolongado al fallar sus branquias con el frío. El aturdimiento eléctrico se ofrece como alternativa «más humanitaria», pero las descargas, a menudo mal calibradas, dejan a muchos peces semicongelados y conscientes durante la evisceración, mostrando movimientos de agonía y dificultad para respirar, incumpliendo el Reglamento (CE) 1099/2009, que prohíbe causarles «dolor, angustia o sufrimiento evitable».
Sacrificio por percusión
La percusión, considerada efectiva si se aplica correctamente, sufre altos índices de error por fallos mecánicos o manejo manual inadecuado, dejando peces conscientes durante el corte o la decapitación. A su vez, el ayuno previo —permitido hasta seis días antes de la matanza para mejorar la higiene— debilita el sistema inmunológico de las truchas, genera estrés conductual y aumenta la agresividad intraespecífica, contraviniendo el objetivo de minimizar su sufrimiento. En conjunto, la falta de normativa específica sobre bienestar en piscifactorías españolas permite que estos métodos crueles persistan, evidenciando la necesidad urgente de reformas que garanticen un sacrificio verdaderamente indoloro.
Enfermedades
Las enfermedades en las piscifactorías de trucha arcoíris surgen directamente del estrés y el hacinamiento: la enteritis bacteriana y la furunculosis provocan úlceras cutáneas y alta mortalidad; los parásitos (Argulus, Lepeophtheirus) dañan piel y branquias y se propagan rápidamente; y virus como el de la necrosis pancreática infecciosa (IPN) generan brotes masivos que obligan a tratamientos masivos con antibióticos y antiparasitarios. Debido al Reglamento 2016/429, la mayoría de estas patologías no son de declaración obligatoria, carecen de protocolos veterinarios estandarizados y apenas hay datos epidemiológicos fiables, lo que dificulta su control y agrava el sufrimiento de los peces.
Antibióticos
El uso extensivo de antibióticos en la acuicultura favorece la aparición de resistencias que afectan a la salud humana y animal —los residuos pueden llegar al consumidor—, y los antiparasitarios y demás químicos empleados contaminan agua y suelo. Además, plásticos, aceites y desechos sanitarios generados en las piscifactorías dañan la biodiversidad acuática, alteran la calidad del agua y perturban cadenas tróficas. El “Informe de Directrices Estratégicas para una Acuicultura Sostenible 2021-2030” del MAPA reconoce la importancia de las enfermedades como limitación productiva y problema de bienestar, mientras la industria admite la falta de estudios epidemiológicos y el desafío de controlar epizootias de amplia distribución.
Empaquetado
El empaquetado prolonga el sufrimiento de las truchas, pues tras el sacrificio y enfriamiento muchas aún presentan signos vitales al ser colocadas en cajas de transporte. Al apilarse sin consideración alguna, algunos peces quedan asfixiados o aplastados, lo que refleja una grave negligencia en el manejo postmortem.
Esta etapa pone de manifiesto la ausencia de regulaciones específicas que garanticen el bienestar de los peces hasta el último momento, permitiendo que continúe el maltrato incluso cuando ya están destinados al mercado.

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